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ANALISTAS

Cambio climático y educación

sábado, 18 de octubre de 2014
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La muerte es lo que iguala a todos los seres humanos, esta no hace distinción entre ricos y pobres, niños o ancianos, buenos ciudadanos o gánsters. A la muerte nada de eso le importa. Igual sucede con el cambio climático, afecta al Reino Unido, China, Australia, EE.UU., Haití o Colombia. El cambio climático no discrimina entre países desarrollados o en vías de desarrollo, ni entre capitalistas y comunistas, demócratas o dictadores.  

Según el diario británico The Times, en 2013 en el Reino Unido se estimó que por lo menos 760 personas murieron como consecuencia de una extrema ola de calor. Aunque la cifra es alarmante, no se compara con la del verano boreal de 2003, en el cual murieron alrededor de 15.000 personas en toda Europa. En Colombia, según el defensor del pueblo Jorge Armando Otálora, en la Guajira por lo menos 18.000 niños estuvieron en peligro de muerte debido a la escasez de agua dejada por el reciente e intenso verano.     

Según el Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (Ipcc, por sus siglas en inglés), en el último informe publicado en septiembre de 2013 se dice que si el hombre continúa consumiendo recursos fósiles como lo hace hoy, para 2036 se superará un umbral que nos llevará a una gran catástrofe que perjudicará a toda la civilización en aspectos como la alimentación, la disponibilidad de agua, la sanidad, la seguridad nacional y la prosperidad económica.

Indiscutiblemente, desde hace algunos años, los organismos ambientales han tratado de poner en la palestra pública la problemática del calentamiento global, así muchas de las grandes multinacionales los hayan tildado de exagerados, “hippies” de la nueva era, “marihuaneros sin oficio que quieren frenar el desarrollo económico de los pueblos y demás”. Pero hoy en día, las personas son más conscientes del daño que le causamos al planeta que hace diez o quince años. De igual forma, todavía falta mucho por hacer. Y si bien es cierto que los organismos ambientales han realizado una ardua labor en las altas esferas del poder, la solución a esta problemática pasa por cada uno de nosotros y es acá donde la educación juega un rol central.

La educación es el vehículo para realizar las grandes transformaciones de la sociedad; por eso siempre debe ser tema de discusión preguntarnos qué tipo de educación estamos ofreciendo. Toda la sociedad se perjudica por las consecuencias de una mala educación, pero a la vez, todos nos vamos a beneficiar de unos ciudadanos bien educados. Entendida esta buena educación no como individuos llenos de erudición que velan por su propio éxito sin importar si hay que destruir a alguien o a algo. De esos tenemos muchos en la política colombiana.  No, yo hablo de individuos con una conciencia crítica, capaz de trabajar en comunidad, de liderar cambios que generen bienestar en el grueso de la población.

Que las lamentables consecuencias dejadas en nuestro país por los nefastos fenómenos del niño y de la niña nos sirva como excusa para reflexionar sobre el calentamiento global y sobre qué tipo de mundo es el que queremos. Uno de los primeros textos argumentados que nos señalan del peligro de las actividades del hombre y que nos invita a tomar conciencia del deterioro que estamos causando, es Primavera Silenciosa de Rachel Carson. De ahí tomé la siguiente reflexión: “La osadía de creernos capaces de manipular impunemente la vida y la naturaleza nos ha llevado a activar una guerra silenciosa cuyas consecuencias no somos capaces de imaginar, mucho menos de prever”. El calentamiento global es una realidad y el Gobierno debe entender que éste se combate con educación.

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