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Analistas 29/07/2016

Ahora el proceso de la decisión (1)

Sandra I. Fuentes Martínez
Directora Grupo SAF- Colombia
La República Más
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La paz tiene múltiples significados y cada quien le atribuye uno de acuerdo con su historia, sus experiencias y sus expectativas. Los significados van desde la ausencia de guerra, el cese de hostilidades, mejores relaciones de convivencia, hasta la necesidad de tranquilidad o armonía interior. Para cada colombiano, la paz anhelada es diferente, porque todos han vivido de múltiples maneras el conflicto armado más largo de América Latina.

Estamos en un proceso de paz que inició en el año 2012 y le antecedieron tres intentos fallidos en los años 1984, 1991 y 1999. Como dice el Papa Francisco: “Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”.

En este proceso, se han abierto espacios para conocer percepciones de los diferentes actores de la sociedad, escuchar propuestas, estudiar y analizar las causas y los hechos, y ahora se convoca a los ciudadanos colombianos, a participar a través del voto, para que decidan si están o no de acuerdo con lo pactado en la mesa de conversaciones de la Habana. Un principio metodológico de este proceso, se fundamenta en que “nada está acordado, hasta que todo esté acordado”, ya que es un acuerdo integral de seis puntos. 

Para tomar una decisión a conciencia debemos tener en cuenta el pasado, el presente y el futuro; es decir, qué pasó para que no se repita; cuál es nuestro contexto actual y hacia adelante, qué queremos cambiar y qué construiremos al decir sí o no. 

Miremos primero el pasado con dos ópticas, una personal y la otra el resultado de un estudio. En la primera, preguntemos: ¿Cómo desde lo personal o lo familiar hemos sido afectados por el conflicto de nuestro país? La afectación incluye impactos como la pérdida de un ser querido, violación de derechos humanos, desplazamiento por la violencia, pérdida de confianza en los otros, temor de transitar por nuestros territorios o por las ciudades, reducción de oportunidades porque todo se ha volcado a defender y no a prosperar juntos. Es decir, todos hemos sido afectados por este conflicto en mayor o menor magnitud. 

Si hablamos con los abuelos o adultos mayores, para conocer sus experiencias y lo que perdieron al nacer y vivir en un país que no tiene paz; seguramente encontraremos que su anhelo, es ver el inicio de un cambio con más oportunidades para las nuevas generaciones sin padecer una guerra. 

La otra óptica es el informe de la Comisión de Historia del Conflicto y sus Víctimas, que permite comprender las múltiples causas, factores de permanencia y efectos del conflicto. Esta Comisión creada por la mesa de paz en 2014, y conformada por expertos con autonomía académica, permitió tener una pluralidad de visiones y dar insumo a los temas de la mesa para analizar qué pasó, por qué nos pasó y cómo superarlo.

Este informe esclarecedor, caracteriza el conflicto interno de nuestro país como prolongado, con enormes diferencias regionales, con raíces políticas y atroz. Esta última característica evidencia nuevamente que la población civil ha sido la más damnificada en la confrontación. Según Jorge Giraldo, “el resultado de las confrontaciones fue de alrededor de 80 víctimas civiles por cada miembro de un grupo armado muerto en combate entre 1985 y 2000, aumentando a 380 víctimas civiles en los años siguientes”. Es un argumento más para tomar la decisión de silenciar las armas.

Decidir a conciencia por el sí o por el no, requiere conocer el pasado, comprender el presente y avanzar con mirada de futuro donde nos involucremos en la construcción de una convivencia en paz.

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