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Analistas 16/08/2016

Aceptando la incertidumbre económica

Foto: The New York Times
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¿Por qué? Por supuesto, fue un momento terrible para gran parte del mundo, y especialmente para cualquiera que no tuviera trabajo. Pero para alguien como yo, un economista con finanzas personales seguras, fue una época de maravillosa claridad intelectual. La macroeconomía de las trampas de liquidez (que no fue inventada por mí, pero donde sí jugué un papel en hacer que volviera a hacerse convencional) era la noticia del día. Y el mensaje básico de los modelos económicos (que todo cambia cuando llegamos al límite inferior cero) estaba siendo abrumadoramente confirmado por nuestras experiencias de ese entonces.

Todo era hermosamente realista: creíamos que existía un límite claro en el cero, y que cuando una economía topaba con ese límite, los impactos de las políticas monetaria y fiscal cambiarían abruptamente. Y las predicciones que hice junto con otros economistas fueron consistentemente correctas.

Pero desde 2011, las cosas se han vuelto un poco, bueno, un poco turbias.

Hemos aprendido que el límite inferior cero no es un límite tan claro como pensábamos. Cierto, hay límites (me sorprendería que hubiera algún banco central dispuesto a ir mucho más allá, si acaso, del 1% negativo), pero resulta ser que el límite como que es una tierra de nadie borrosa en lugar de una línea que no puede cruzarse.

Tal vez lo más importante: dos de las economías desarrolladas del mundo (Estados Unidos y, aunque usted no lo crea, Japón) discutiblemente están bastante cerca de tasas de pleno empleo. No sabemos qué tan cerca porque desconocemos cuánta oferta de trabajo contenida sigue a la espera en los costados. Pero ya no se puede decir que los límites de oferta no sean relevantes.

Entonces, ya no estamos en el mundo simple de economía deprimida del 2011, pero esta es la cosa: tampoco estamos en lo que solíamos considerar una situación macroeconómica normal. Tal vez Estados Unidos esté cerca del pleno empleo, pero tal vez no, y eso es con tasas de interés cercanas a cero. También, es muy fácil imaginar choques adversos en el futuro cercano, y no está del todo claro cómo podría responder (o cómo respondería) la Reserva Federal. Si usted quiere, estamos a medio salir de la trampa de liquidez, con un pie sobre la tierra y el otro todavía sobre el precipicio. Y no se necesitaría mucho para hacer que caigamos otra vez.

Lo que sostendría es que en esta situación frágil y turbia, la Reserva Federal debería estar conduciendo políticas en gran parte como si todavía estuviéramos en la trampa; porque estamos sumamente necesitados de plantar los dos pies sobre la tierra firme y poner cierta distancia entre nosotros y las arenas movedizas. No es el caso cristalino que mis colegas y yo solíamos ser capaces de presentar, pero de todas formas tenemos que tratar correctamente esta turbia situación, lo que significa aceptar la incertidumbre como parte de la discusión. ¡Hacer que la oscuridad sea grande otra vez!

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