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sábado, 20 de junio de 2015

Pasando por el irrespeto a la autoridad, el tono vulgar de pelea y la arrodillada infame para rogar clemencia frente a un eventual requerimiento de la Policía, hasta el discurso acalorado frente a los asistentes; Melissa Bermúdez, con su camisa medio abierta, nos hace recordar la inmadurez de nuestra sociedad, la misma que no progresa y aprende de los errores y que con dos tragos en la cabeza aún vive gritando que “era gol de Yepes”.

La comunidad, aún indignada por este suceso desenfrenado de inmadurez, alicoramiento y evidente estupidez, piensa que la corrupción solamente se encuentra en las altas esferas del poder nacional, lavándose las manos de cualquier responsabilidad individual y olvidando el compromiso personal que cada uno asume desde su comportamiento. En la casa, en la calle, en los entornos sociales de cada uno de nosotros, diariamente vemos comportamientos iguales a los de Melissa y aun así no aprendemos a comportarnos como sociedad.

Si bien es cierto que tener el escote abierto al pegarle a un Policía es una escena entre erótica y patética, es casi tan escandaloso como una cartera gubernamental que no sabe qué otro superministerio inventarse una vez se acabe la “apropiada” cortina de humo futbolística que vivimos por estos días. Los colombianos debemos asumir la responsabilidad social y el costo individual que tiene el comportamiento cívico y así nuestra autoridad no tenga el alcance para hacerse respetar, debemos hacer el intento de actuar en consecuencia con las reglas mínimas socialmente establecidas.

Nuestra corrupción, la de cada uno de nosotros, es igualmente grave a los desfalcos millonarios permitidos por la mano criminal de algunos gobernantes de turno. Los códigos cívicos no los conoce nadie, cualquier criminal borracho al volante, cita dos o tres tonterías que vio en alguna película y hasta nuestra Policía se pasma y casi con temor y lágrimas en los ojos se queda pávida frente a la histérica escotada de turno.

La corrupción es la culpable de que nuestra sociedad se ampare siempre en la ley de la trampa; desde pasarse un semáforo en rojo, a botar un papel en la calle, y hacerle el juego numérico a los impuestos, y no pagar las deudas, hasta la creación de nuevos cargos públicos insignificantes, nombramientos constantes en las entidades gubernamentales, inoperancia de los sistemas judicial, de salud, de ambiente, de transporte, de educación, de defensa, etc. Millones de colombianos nos estamos acostumbrando a que el pecado y la omisión de la norma, no es tan grave como la que salió en el noticiero recientemente.

El escote de este karma tristemente es más grande que el de la bella, grotesca y altanera Melissa y el botón que sostienen esos dos grandes problemas cívicos, la imposibilidad para que nuestra autoridad se defienda y la creencia de los ciudadanos al pretender ser más inteligentes que el sistema; debe abrirse de forma inmediata generando más posibilidad de respuesta a nuestra autoridad y más conciencia cívica por parte de todos y así no sea por cumplir las normas, para no pasar la vergüenza de tener que esconder su belleza en la casa que le enseñó tan dulces palabras.