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sábado, 3 de octubre de 2015

Ese empuje característico para algunos, “malicia indígena” para otros, ha hecho que nuestra tierra se reconozca por su fortaleza humana, pero también a su vez, por su enorme capacidad creativa para improvisar realidades y especialidades carentes de estudio y comprobación. En conclusión, todos le tenemos algún tipo de solución “estructurada” a cualquier coyuntura social, religiosa, cultural, económica o política.

Es muy simpático ver por estos días en todos los noticieros, a promiscuos expertos en solución de conflictos, personas que hasta hace 10 años no podían ir a votar porque no alcanzaban la mayoría de edad, lanzando soluciones dinámicas y segmentadas sobre justicia transicional, defensa de víctimas, impunidad y resolución de conflictos armados. 

Nuestra historia manchada por la violencia más antigua del continente, es quizá, el marco fundamental para registrar que somos una sociedad víctima de la guerra constante, que ha tenido que aprender de post conflicto a partir de las historias de nuestros abuelos o algún enfoque específico de cualquier autor internacional en manejo de ese tipo de coyunturas accidentales.

Colombia, acostumbrada a contradicciones como la “política del amor” de Gustavo Petro, diseñada para desestabilizar con mensajes incoherentes a una sociedad a partir de premisas a favor de la vida animal y humana, se confunde aún más con recuerdos históricos de caos, violencia y muerte en la época que el mismo Petro se tomaba el Palacio de Justicia y asesinaba a cuanto inocente se le atravesara por el frente.

Él mismo, quien aún divide los conceptos de paz a partir de estratos sociales, satanizando y castigando con sus acciones a quienes tienen mejores opciones económicas y victimizando a quienes carecen de ellas, se ha encargado de gobernar en el poco tiempo que ha trabajado, con iniciativas propias del resentimiento y los intereses personales, escondidos con mentiras sociales que nunca pudo cumplir.

La guerrilla, la delincuencia común, los paramilitares, algunos gobernantes corruptos y la ignorancia de un pueblo que los elige por la lechona de turno, le han hecho un mal incalculable a este pueblo que por sus características, ha visto cómo cerca de 18.000 personas tienen que salir del país anualmente huyendo del conflicto histórico que de una u otra forma nos ha golpeado a todos en determinado momento de nuestras vidas.  

Sin duda el país merece una oportunidad, más que de paz improvisada, de escribir una página limpia de su historia, que nos incluya como precursores y expertos dolientes, de un país que merece vivir con educación, sin corrupción y con una carta magna decente. Tengo todo tipo de reparos con este gobierno y lo he registrado en mis escritos, pero sin temor a equivocarme; la gestión, dignidad, verdadera credibilidad y conocimiento justificado que le imprime Humberto De La Calle a esta negociación, va a lograr que por lo menos futuras generaciones también puedan hablar por experiencia, ahí sí, de un país en post conflicto.