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  • Colprensa

sábado, 26 de julio de 2014

Son muchos los sentimientos y emociones que tiene Claudia López.

Una, la emoción que le significa ser miembro del Senado de la República, otro el impacto que le provoca estar sentada junto a muchos de los dirigentes políticos a quienes ha cuestionado por su proceder proclive a la corrupción o por tener antecedentes judiciales no claros, y también porque espera que al final de estos cuatro años en que va a estar como senadora, valga la pena haber prestado este ‘servicio político a la Patria’.

De estos y otros temas la funcionaría habló con Colprensa, a una semana de estrenar su cargo en el Capitolio.

¿Cómo se siente a una semana de haber ocupado su curul?
Muy honrada, el 20 de julio estaba emocionada y conmovida, ya que es una responsabilidad muy grande, porque me conmueve la generosidad de la gente y porque me atortola un poco el nivel de expectativas.

¿Sintió que era lo suyo cuando empezó a ejercer?
Uno se siente un poco raro, porque es ajeno a ese espacio, no sabe su dinámica, pero también porque de entrada uno tiene que empezar a amoldarse a unas condiciones como por ejemplo, el 25% de los congresistas electos aún tiene vínculos con grupos armados ilegales o con cargos de corrupción muy severos, pero los eligieron y su credencial es tan legítima como la mía.

Es chocante que la sesión inaugural del Senado la presida Laureano Acuña, que es un corrupto de quinta categoría, y que el segundo día termine presidiendo la sesión Teresita García, la hermana del ‘gordo’ García.

Lo digo con el mayor respeto con ellos, pero no deja de ser chocante.

¿Cómo fue estar con Álvaro Uribe en la misma condición de senadores?
Normal. No sé por qué le han puesto tanta expectativa, él como yo siempre hemos tenido un trato personal amable y respetuoso. Entiendo la espuma que hay alrededor de Uribe y su llegada al Congreso y sé que es un hecho político muy peculiar y notorio para la fuerza mediática, pero en algún momento se tiene que ir decantando y debemos entender que estamos 100 senadores iguales y que él es uno más.

¿Cree que los partidos de oposición en este Congreso serán convidados de piedra que desconocerá el gobierno?
Eso era cuando el Gobierno no tenía control político y a punta de mermelada compraba cualquier cosa en el Congreso, pero eso se acabó. Así como la unidad nacional es variada, la oposición también lo va a ser; seguramente la del Centro Democrático va a ser mucho más acérrima, porque su apuesta es a que fracasen el Gobierno y la paz. Pero hay otros, como nosotros (Alianza Verde) o el Polo Democrático, que no queremos que la paz fracase, sino que haremos control político para que sea seria y estable. No tengo interés de llegar a ‘comer ministro’, lo que tengo es interés de influir en la política pública y en que los programas gubernamentales sean serios, bien ejecutados, eso es lo que me importa. La era en que todo se compra y se vende con mermelada se acabó.

¿Fue muy duro el primer enfrenamiento entre el uribismo e Iván Cepeda?
Es totalmente legítimo el debate que está planteando el senador Iván Cepeda. Ese pendiente no se debe obviar, el paramilitarismo sigue siendo un fenómeno en Colombia, pero sí creo que el Congreso no es un centro de constancias históricas. No nos podemos quedar sólo en esos debates; el país está esperando que la Corporación dé una solución a qué tratamiento jurídico van a tener los combatientes de los grupos armados ilegales, las estructuras políticas y allegados y beneficiarios políticos de los mismos. Es decir, lo que se va a hacer con la Farcpolítica y a la parapolítica. Lo que voy a proponer es que en la reglamentación del Marco Jurídico para la Paz se establezca con claridad que debe haber un mismo rasero de justicia transicional para los combatientes.

¿Cree que ya ‘le está cayendo el sol’ al proceso de paz que adelanta el gobierno con las Farc?
No. Cuando uno compara con estándares internacionales, tres años de negociación y llevar cubierta más de la mitad de la agenda es bastante rápido, pero es que con toda razón los colombianos tenemos un alto grado de impaciencia, porque quisiéramos que a esta altura del proceso hubiese un desescalonamiento del conflicto y que se empezaran a sentir los beneficios de que baje el rigor de la guerra; eso no está ocurriendo. Siento que las Farc están en una lógica equivocada y deberán entender que este proceso de paz no se decide en La Habana, ni en el Congreso, sino en las urnas con el voto de los ciudadanos.

¿Cómo cree que debe ser el postconflicto?
El postconflicto no es sólo cumplirles a las Farc; es cumplirle a los colombianos que han estado abandonados en las regiones, porque no hay Estado. Si queremos paz vamos tener que echarnos al hombro, al alma y al bolsillo la construcción de ciudadanía, Estado y mercado en la mitad del país y ese es el plan que quiero ver, porque el gobierno no lo tiene.

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