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ANALISTAS

¿Podremos seguir viviendo juntos?

domingo, 21 de septiembre de 2014
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Contar con una visión nueva sobre el papel que tiene el gremio cafetero en el desarrollo del presente y en la construcción del futuro del país, sobre nuestros retos y sobre los pasados comicios electorales, es algo que siempre se agradece, ya que con ella se enriquece el debate con nuevos argumentos. Este ha sido el caso de la reciente intervención de Guillermo León Escobar, profesor de Ciencia Política en la Universidad Gregoriana de Roma y ex embajador de Colombia ante la Santa Sede, en el Comité Directivo del pasado jueves. Fueron tan interesantes sus palabras y valiosas sus apreciaciones que me permito compartir con ustedes, y con el permiso de su autor, algunas de sus ideas expuestas, de esa manera tan desenvuelta y lúcida que es su particular estilo.

“Tengo dos agradecimientos iniciales para hacer en este Comité, uno fue mi ingreso a la Fundación Manuel Mejía y el segundo, el que se me haya nominado para, conjuntamente con Fernando Cepeda y Hernando Yepes, estudiar desde fuera y desde dentro, lo que iba a suceder con las elecciones cafeteras. En eso se gasta un tiempo que es apasionante porque entrar en el mundo del café es entrar en el alma organizada del país, y entonces uno tiene ahí presente otro tipo de colombiano. Allí encontré el dato más importante pre-electoral: la serenidad, muy contrario a lo que sucede en el mundo de la política o de otros gremios donde prima la duda, la inestabilidad, y la impaciencia. En el mundo cafetero hay una gran serenidad acompañada de una enorme confianza. Es que desde siempre las noticias que vienen del café nunca son conflictivas, por el contrario, son generadoras de convivencia y de responsabilidad.

En el próximo mes de octubre se van a reunir los obispos del mundo, para hablar de la familia, qué está pasando con la familia, cómo va a ser la familia en el futuro, y entonces estoy en una comisión que se reúne en Praga a partir de mañana, para estudiar las formas de familia en el futuro. Los obispos estudiarán los papeles que les entreguen, pero me encontré un ejemplo mejor que es la familia cafetera colombiana, que convive entre la ruralidad y lo urbano, porque está muy marcada por características de unidad, características de propósito y tiene unas perspectivas claras, es un mundo muy distinto a la familia complicada, etc., que hoy día estamos manejando como tema. Les digo esto simplemente porque además en el mundo cafetero usted encuentra resuelto un problema que la familia tiene, que es la descoordinación, de la distancia generacional. Los resultados de las elecciones cafeteras, nos dan la percepción de que la responsabilidad generacional es inter-generacional, los elegidos están entre los años 31 a 70 años, y es muy difícil encontrar uno de 31 que dialogue con uno de 70 de una manera tan productiva y tan constructiva como es en el mundo que he encontrado del café.

Como politólogo considero que lo que importa no es tener la razón sino tenerla a tiempo, porque normalmente la gente acostumbra a tener la razón a destiempo, y entonces lo que encontré en ese mundo cafetero es perfectamente razonable: la gente sabe, no solamente el peso de los sacos de café, sino los precios, cómo se están moviendo las cotizaciones, etc., y las conversaciones son no digo que pragmáticas, sino que son muy prácticas, muy realistas. El soñador del café existe, pero tiene un sueño realista, y trata de hacer las cosas correctas de la manera correcta, porque en política se acostumbra muchas veces a hacer las cosas correctas de la manera incorrecta. En el gremio cafetero encontré que se hacen las cosas correctas de la manera correcta.

Reflexionando sobre las elecciones cafeteras que se llevaron a cabo en el país, recordé una reunión que tuvimos en Sicilia, donde participó el gran sociólogo francés Alain Touraine. Él se hacía el siguiente cuestionamiento: después de unas elecciones uno tiene que preguntarse cómo queda el país después de las elecciones, no cuál es el resultado, sino cómo queda el país. Después del cónclave que eligió a Francisco, la pregunta que nosotros en Roma nos hicimos fue: cómo queda la iglesia después de la elección, no el resultado. El resultado es una cuestión que se da por contado. De esta manera la pregunta que me he hecho es cómo queda el mundo del café después de estas elecciones, sobre todo una vez que finalizaron estos comicios tan exitosos por obra de sus organizadores y directores. Yo creo que queda bien, porque aunque no me gusta meterme en política, si me pregunto qué va a pasar en el futuro del país entre el mundo rural y el mundo urbano, porque si hay algún gremio que pertenezca totalmente a los dos mundos es el mundo cafetero.

Mi pregunta es, entonces, la siguiente: en qué sector de la estrategia de la tranquilidad que debe preceder a la paz - que creo está muy lejos - está el mundo del café, cuál va a ser su contribución, porque es que las elecciones cafeteras, con ese crecimiento y esas actitudes que he señalado, nos están indicando que hay una palabra clara para decir que seguramente va a ser tenida en cuenta.

De nuevo el gran sociólogo francés, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, se planteaba a su vez otro cuestionamiento, válido para las alcaldías, gobernaciones, naciones, y también para los gremios: ¿Podremos seguir viviendo juntos?

Creo que en el mundo del café la respuesta de estas elecciones es que sí podemos seguir viviendo juntos, esta es la primera conclusión, y analizando permanentemente toda la bondad que estas elecciones nos deja para reconstituir y refortalecer el peso de una moral cafetera, y esta es la segunda conclusión, es que bien podría proponerse como una moral para el país”.

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