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jueves, 22 de mayo de 2014

En Colombia se estableció que un crédito académico equivale a 48 horas de trabajo académico, al respecto, cada universidad tiene la potestad de distribuir autónomamente las horas de trabajo presencial e independiente que se requieren para cumplir el número de créditos previsto para un espacio académico (para este caso se debe entender como espacio académico lo que tradicionalmente se ha llamado asignatura). En primera instancia valdría la pena preguntarse cuál ha sido el impacto del sistema de créditos respecto a la revisión, reformulación o enriquecimiento de la concepción de ser humano y de sociedad que orienta los Proyectos educativos en las instituciones educativas de educación superior (IES). Esto tiene que ver con la pregunta por el tipo de ser humano y de sociedad al que le apuesta cada institución a la luz de las implicaciones del sistema de créditos, y su congruencia  con  las necesidades de desarrollo del país en un contexto globalizado. 

También está pendiente la valoración del impacto o la influencia del sistema de créditos en la formación de competencias, analizar de manera crítica si la estructuración de las competencias integrales que se requieren en cada profesión se facilita o se obstaculiza a partir de la implementación del sistema de créditos. Necesitamos evaluar también si el rol de los sujetos protagonistas en el proceso formativo se ha reconfigurado o si aún se sigue la línea unidireccional en la que el docente instruye y el estudiante acumula un conocimiento que luego vierte en un examen para “pasar la materia”. Se requiere establecer si la implementación del sistema de créditos ha influido en la reconfiguración del rol del estudiante, mirar por ejemplo si sus prácticas de estudio han mejorado desde el trabajo independiente que implican los créditos académicos.

Hablar de créditos implica remitirse a los tiempos y espacios de los procesos de aprendizaje y de los procesos de enseñanza, tiene que ver con preguntarse por el compromiso, por la disposición y el desarrollo de habilidades para aprender, y por supuesto, por las  habilidades, la capacidad y la voluntad de enseñar. El estudiante debe contar con los encuentros presenciales  como la mejor oportunidad para encontrar en el educador a un guía, a un compañero que por su saber y su experiencia le crea situaciones de aprendizaje y le orienta hacia su crecimiento como una mejor persona, y en consecuencia, como un mejor profesional. El estudiante debe aprovechar  el escenario presencial como una gran posibilidad para exprimir al docente, para pedirle explícita y directamente que le dé más y mejor de lo que sabe y de lo que es como ser humano.

En lo que al trabajo independiente se refiere, este debe asumirse como una oportunidad para que el estudiante fortalezca su desarrollo autónomo, para que fortalezca el sentido de responsabilidad frente a su aprendizaje y su formación. Es importante precisar que esto es posible y se hace más significativo en la medida en que el docente disponga y comparta con sus estudiantes un conjunto de estrategias que le incentiven, que le reten, pero también que le orienten, le den pautas y le sugieran.

Lea la segunda parte mañana.