.
Analistas 11/05/2017

¿Abajo los robots, vivan los trabajadores?

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes
La República Más
  • Agregue a sus temas de interés

Desde la mecanización que acompañó a la revolución industrial desde finales del siglo XVIII, hemos tenido repetidas oleadas de preocupación por los efectos que los cambios tecnológicos tendrían sobre el empleo y los salarios. La lógica de la preocupación luce implacable: si una máquina reemplaza la tarea que hace un humano, este quedará sin empleo. Si esto se extiende a lo largo y ancho de la economía y el tiempo, nos iremos quedando paulatinamente sin empleos. 

 Grandes mentes de la economía han acompañado ese mensaje. Por ejemplo, como nos lo recuerdan los profesores Acemoglu y Restrepo de las universidades de MIT y Boston, en una reciente investigación sobre este tema, Keynes preveía en 1930 que en los siguientes 90 años vendrían grandes cambios tecnológicos en los que también aprenderíamos, infortunadamente, el significado del desempleo tecnológico. Los profesores de marras también nos recuerdan que Leontief, premio Nobel de Economía, anticipaba en los años 50 del siglo pasado que las máquinas irían reemplazando las tareas que solíamos hacer los humanos y no veía cómo las nuevas industrias podrían reemplazar todos esos empleos perdidos. 

Acemoglu y Restrepo argumentan que la automatización tiene varios efectos en el mercado de trabajo. Puede desplazar a trabajadores que desempeñan determinados trabajos en ciertas industrias, reduciendo sus oportunidades de empleo y sus salarios. Sin embargo, otros sectores y ocupaciones pueden expandirse y absorber la mano de obra liberada de las tareas que ahora realizan las máquinas, e incluso es factible que las ganancias en productividad empujadas por nuevas tecnologías amplíen las posibilidades de empleo en las industrias en las que se despliegan.

Los investigadores estudian cómo la adopción de un tipo específico de tecnología de automatización afecta a los mercados laborales locales en Estados Unidos entre 1990 y 2007, y encuentran grandes efectos negativos de los robots sobre el empleo y los salarios. En particular, estiman que un robot por cada 1.000 trabajadores reduce la relación entre empleo y población entre 0,18 y 0,34 puntos porcentuales y los salarios entre 0,25 y 0,5 por ciento. Los efectos son más fuertes en industrias más expuestas a los robots, en los trabajadores sin título universitario y en hombres (más que en mujeres).

Los números estimados por Acemoglu y Restrepo son grandes especialmente si se tiene en cuenta que se centran en un tipo de robotización en el cual muchos prevén que el salto en su uso aún está por llegar. Mi apuesta, sin embargo, es que una vez más los efectos agregados sobre el empleo y el desempleo no serán negativos. Después de todo, la tasa de desempleo de Estados Unidos hoy es la misma que había en 1990 y similar a la de 1960. Además, los consumidores  tendremos acceso a mejores y más baratos bienes y servicios. Pero en el camino, sin duda, habrá ganadores y perdedores. Son esos efectos distributivos serios los que nos obligan a pensar adecuadamente en la compensación y el reentrenamiento de aquellos desplazados por las innovaciones. Y no solo porque pensar en los apoyos apropiados para los vulnerables debe ser una tarea prioritaria de cualquier gobierno, sino porque es justamente el descontento de ese perfil de trabajadores el que terminó eligiendo a Trump o echando al Reino Unido de Europa.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA